“Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1: 20).
Bien podemos decir que la paciencia es la virtud de los sabios, porque realmente lo es; puesto que son muy pocos los que conocen el significado de la palabra “paciencia,” podemos deducir que valorarnos escasamente el ser pacientes y tener esta virtud de la cual tanto nos asimos.
Ahora Dios, siendo tal indiferencia de parte de los hombres quiere poner ante sus ojos aquello que nos es tan necesario. Porque si no fuésemos pacientes, nuestra fe se habría desvanecido, puesto que no se la puede mantener sino por este medio. Siendo así las cosas Dios quiere que en medio de la miseria de este mundo siempre tengamos paz en el corazón y que estemos tan seguros de su bondad que podamos regocijarnos y alegrarnos en ella y que podamos gloriarnos contra todos nuestros enemigos.
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¿Y cómo será posible, a menos que nos consideremos superiores a este mundo, y que consideremos, que si bien nuestra condición es miserable en la opinión de la carne, sin embargo, puesto que Dios nos ama, estamos seguros de que hemos de sufrir? Ahora, este pasaje es el más excelente que existe en las sagradas escrituras para mostrarnos las implicaciones de la palabra “paciencia”. Si queremos que Dios nos reconozca como pacientes en nuestras aflicciones debemos ser enseñados por ella.
Comúnmente decimos que una persona es paciente, aunque no posea auténtica paciencia, porque todo aquel que sufre es llamado paciente; pero por mucho que persistamos en ser pacientes, es necesario que nuestra tristeza sea menor. Si existen algunos males, dejemos que sean endulzados por el reconocimiento de que Dios nunca cesa de procurar nuestra salvación, que debemos estar sujetos a él y que está perfectamente bien que él nos gobierne conforme a su voluntad. Es así como se muestra paciencia. Pero no hay nada mejor ni más útil que considerar el espejo que aquí se nos presenta.
Hemos visto que Job podría haber sido abrumado habiendo oído tantas malas noticias. Ahora, dice que se levantó y rasgó sus ropas, que se rasuró la cabeza y que se postró en tierra para humillarse delante de Dios. Aquí vemos, en primer lugar, que aquellos que son pacientes saben cómo llevar una aflicción, puesto que sienten disgusto y angustia en su corazón; porque si fuésemos como un tronco de árbol o una piedra, no habría virtud en nosotros. ¿Acaso es digno de ser alabado un hombre que no es consciente de su enfermedad? Esto, pues, no merece ser considerado o tenido en cuenta como virtud, puesto que es simpleza; a veces las bestias no sienten nada, y no por eso son virtuosas.
De manera entonces, notemos que la palabra “paciencia” no significa que los hombres deban ser mentalmente disminuidos, que no deben sentir tristeza, que nunca se deben sentir ofendidos cuando experimentan alguna aflicción; virtud es cuando son capaces de dominarse y controlarse de tal modo que no cesan de alabar a Dios en medio de todas sus aflicciones, que no son abatidos por la angustia ni tan absorbidos por ella que renuncian a todo; que, en cambio, luchan contra sus pasiones hasta poder aceptar la buena voluntad de Dios para concluir como Job lo hace aquí, diciendo que Dios es totalmente justo.
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Eso es lo que debemos notar cuando dice: “Job rasgó sus ropas y se rasuró la cabeza”. Esto era una costumbre en los países orientales, como también sabemos que había otras ceremonias en aquellas regiones. Porque cuando ocurría algo que podía despertar gran enojo en los hombres, rompían sus ropas como señal de congoja. Suficiente a este respecto. Entonces, cuando Job rompe su ropa y se rasura la cabeza, lo hace en señal del dolor que le sobrevino.
Ahora, es cierto que su conducta no era de ninguna manera fingida, como frecuentemente la de aquellos que se quieren disfrazar y se ponen máscaras para que nadie sospeche que tienen profunda tristeza, y para no dejar de reír en su corazón. Job no usó de semejante hipocresía. Sepamos entonces, que cuando hubo rasgado sus ropas y rasurado su cabello, era por la angustia y la ilimitada amargura, y que cuando se postró en tierra, lo hizo en señal de otro testimonio.
Así que, amado peregrino, debemos estar en guardia siempre y toda vez que Dios permita que vivamos alguna adversidad, porque es allí donde solemos descontrolarnos más. Pero no debemos olvidar que ‘aunque andemos en valle de sombra y de muerte’, el Señor estará con nosotros. ¡Dios te bendiga y te fuerzas para continuar!
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