Los No Evangelizados: Responsabilidad de cada cristiano

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La Escritura claramente dice que los no evangelizados están perdidos sin Cristo y sin esperanza. ¡Qué gran responsabilidad hay sobre nosotros! Tener conocimiento de Cristo nos impone la obligación de compartir ese conocimiento con cada hombre sin retrasos. Retenerlo es un crimen de magnitudes infinitas contra esa gran porción de la raza humana que siguen oscuridad.

La iglesia y los cristianos tendrán mucho que responder porque ha retenido la verdad de salvación lejos de almas necesitadas. La historia misionera en todos lados está repleta de intensos incidentes que remarcan el crimen del retraso.

Un viejo esquimal dijo al Obispo Selkirk, “Has estado muchas lunas en esta tierra. ¿Sabías estas buenas noticias desde entonces? ¿Desde que eras niño? ¿Y tu padre las sabía? ¿Entonces por qué no vinieron antes?” Un peruano en los Andes dijo, “¿Cómo es que durante todos los años de mi vida nunca antes haya escuchado que Jesucristo dijo estas preciosas palabras?” Un moro pidió una Biblia ilustrada en Casablanca, “¿Por qué no han corrido a todos lados con este libro? ¿Por qué tanta gente de mi pueblo no conoce al Jesús que esta proclama? ¿Por qué la han guardado para ustedes? ¡Qué vergüenza!” Una mujer egipcia, al escuchar el evangelio por la primera vez dijo, “Es una historia maravillosa, ¿las mujeres en tu país la creen?” “Si.” Pausa. “No creo que ellas crean o no se habrían tardado tanto en venir a decirnos.” “Has llegado tarde,” dijo un sacerdote taoísta a un misionero cuando entraba a un templo chino. Había visto en una visión que un día un mensajero vendría de una tierra lejana, pero, ¿tendría que esperar dieciocho años? “¿Cuánto tiempo has tenido las buenas nuevas en Inglaterra? Preguntó Mr. Nyi a Hudson Taylor. “Varios cientos de años” contesto.

“¿Qué? ¿Varios cientos de años? ¿Es posible que han conocido de Jesús por tanto tiempo y hasta ahora han venido a decirnos?” Una mujer musulmana en Bangla Desh pregunto a un misionero, “¿desde hace cuánto murió Jesús por la gente pecadora? Mírame, estoy vieja, he orado, he dado limosnas, he ido a templos santos, estoy hecha polvo de ayunar. Y todo esto es inútil. ¿Dónde han estado todo este tiempo?” De hecho, ¿dónde? Al principio de la raza humana hay una historia de Dios preguntando a un hombre por su hermano, cuya sangre clamaba desde la tierra. Es un hecho estremecedor que el primer hombre en deslindar responsabilidad por su hermano era un asesino (Gen. 4:8-10)… “¿soy yo guarda de mi hermano? Es la pregunta de alguien que desprecia la dignidad de la vida humana y el valor del alma humana. Somos responsables por nuestros hermanos.

Nuestro Señor confirmo la enseñanza del Antiguo Testamento al declarar la culpa de sangre que caía sobre Israel. “he aquí yo os envío profetas… para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías, a quien matasteis entre el templo y el altar. (Mateo 23:34-35).


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Nuestro Señor en la Gran Comisión ha definido el área de nuestra responsabilidad. “Id y enseñar a todas las naciones” (Mat. 28:18). “Id por todo el mundo, y predicar el evangelio a toda criatura” (Mar. 16:15). “Y me seréis testigos… hasta lo último de la tierra” (Hech. 1:8). Ha quedado establecido que, a pesar de que si fuéramos académicamente ignorantes del destino probable de los millones que nunca han escuchado de Cristo, la parábola de la Oveja Perdida establece el principio de que si estamos convencidos del destino de aun un uno por ciento de la humanidad, tenemos la obligación de ir, aun bajo el mayor peligro y costo, a buscar, y que Él pueda salvar.

Con emoción debemos observar las implicaciones de tales pasajes de la Escritura, como:

“Libra a los que son llevados a la muerte; Salva a los que están en peligro de muerte. Porque si dijeres: Ciertamente no lo supimos, ¿Acaso no lo entenderá el que pesa los corazones? El que mira por tu alma, él lo conocerá, Y dará al hombre según sus obras” (Prov. 24:11-12). “Cuando yo dijere al impío: Impío, de cierto morirás; si tú no hablares para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, pero su sangre yo la demandaré de tu mano” (Eze. 33:8).

Nuestra responsabilidad por la salvación de los paganos será tan grande como nuestra habilidad y oportunidad para darles el evangelio o hacer posible que el evangelio llegue a ellos. Es verdad que solo Jesús puede salvar a los paganos, pero la Escritura nos enseña que Él solo no salva a los paganos. Él ha asociado a Su Iglesia con Él en esta urgente tarea.

Si la Iglesia fracasa en realizar Su mandamiento y comisión, no solo se hace culpable de desobedecer descaradamente, pero así como ha desobedecido, se hace responsable por aquellos que perecieron que pudieron haber sido salvos de haberles dado el evangelio. Si no estamos haciendo todo lo que está en nuestro poder para darles el evangelio, necesitamos orar como David, “Líbrame de la culpa de sangre,” para que no estemos delante de la Silla del juicio con nuestras manos manchadas de la sangre de almas que pudieron haber sido salvas si hubiésemos sido fieles a nuestro compromiso.

“Las generaciones de hombres no esperan la conveniencia de la Iglesia con respecto a su evangelización. Hombres nacen y mueren, aunque los cristianos estén o no listos para darles el Evangelio. Y si la Iglesia de cualquier generación no evangeliza los paganos de su generación, esos paganos nunca serán del todo evangelizados… en el trabajo de evangelización el presente nunca puede anticipar el futuro, y el futuro nunca puede reemplazar el pasado. Lo que se deba hacer con respecto a ganar almas en cualquier generación debe ser hecho por esa generación” (Dr. H.W. Frost.)

Si argumentamos que debe haber un camino de entrada al Reino de los cielos diferente al camino de la fe en Cristo para aquellos que nunca han escuchado, entonces deberíamos clasificar como pura filantropía a toda la empresa misionera. La idea remueve toda la urgencia de nuestra tarea. Conocemos la realidad del infierno, y conocemos el camino de escape. ¿Cómo podremos escapar si rechazamos prevenir a los no evangelizados?


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Un estudiante pregunto a C.H. Spurgeon si pensaba que los paganos que nunca habían escuchado el Evangelio serían salvos. El gran predicador contesto, “me pregunto si nosotros que tenemos el Evangelio y fallamos en darlo a aquellos que no lo tienen seremos salvos.”

Las palabras de Ion Keith Falconer de Arabia, aunque pronunciadas a una generación pasada, continúan resonando para la juventud de hoy:

“Mientras continentes enteros están envueltos en tinieblas, y cientos de millones todavía sufren los horrores del paganismo y el Islam, la carga recae en ustedes para mostrarles que las circunstancias en las cuales Dios los ha puesto tenían el propósito de mantenerlos en el campo misionero.”

Van pasando, pasando muy rápido, Cien mil almas por día, En tinieblas y culpa sin Cristo, O Iglesia de Cristo, ¿Qué diréis Si en aquel día de juicio? ¿Te condenan con sus tinieblas?

B. Simpson.

Gracias a Oasishgm

 

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