Lo que callan los hijos de los pastores

Lo que callan los hijos de los pastores | #CelestialStereo #RadioCristiana

Se despertó como muchos otros días teniendo claro en su mente cuál era su posición, tenía que ser tan perfecto que nadie pudiera señalar su imagen, dudar de su futuro y de su convicción, se alejó de muchos, se alejó de todos, por decisión propia o por cierta especie de discriminación, sabía que era diferente, no por algo que fuese causado por él, era diferente porque la voluntad Divina, el destino o el azar, habían decidido ponerlo en una familia especial, privilegio que todos le decían que él debía valorar.

Se acostumbró a guardarse las respuestas ante los comentarios desacertados, porque debía proteger la imagen de su padre amado. Aprendió a comportarse bien para que nadie dudara, de todo lo bueno que su madre le predicaba. Les enseñó a sus hermanos a divertirse en secreto, para evitar que sus risas y juegos fueran mal vistos por todos aquellos, que no comprendían que era tan solo un juego.


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Creció alejado por ser diferente, por ser muy «santo» y también prudente, ignorado por la distancia que el trabajo de su padre establecía en los de su «casta», aprendió a compartir a sus padres con los demás, atender situaciones de los demás, y dejar de pasar tiempo con ellos porque llegó el momento donde comprendió que para personas como sus padres su trabajo siempre les demanda más, más y más.

Se llenó entonces de una excesiva presión, por tener la carga de imaginar la situación en la cual por una grande equivocación podría arruinar aquello que su padre había tardado una vida en darle construcción. No fue la vida que él hubiera querido elegir, pero fue la vida que tendría que aprender a amar, tendría que aprender a vivir y a agradecer porque la voluntad de Dios lo había designado así para él.

De esa forma despertó esa mañana, pensando en todo y pensando en nada, preparado para asumir su posición delante de la iglesia, delante de la gente, delante de su Dios. Elegido desde el vientre como todos los demás mortales, pero incluido en un propósito que según él no era parte de los «normales». Creció y de manera milagrosa mientras hacía amistades, aprendió a sonreír cuando escuchaba: «no te imaginaba cómo los demás mortales».

Son personas normales.

Entre nosotros los seres humanos existe una tendencia a idealizar de manera excesiva ciertas cosas, lugares, cargos o personas, el entusiasmo espiritual y la responsabilidad que acompaña la vida de las personas que nos dirigen en el caminar espiritual hace que en muchas ocasiones se considere muy lejos de la realidad la experiencia natural de cada uno de ellos.

El Señor enseña en la palabra que los ojos de cada uno de nosotros deben ser puestos en Jesús, por una básica razón y es que, aunque la obra es de Dios en la misma se ven muy involucrados los hombres, que tienen errores, que tienen equivocaciones, que fallan a diario y necesitan participar de la misma redención que todos los que día tras día se acercan a los lugares de reunión a rendir culto al Señor.

Quiero invitar a través de esta reflexión a que dejemos hacer ideas falsas y elevadas de las personas que nos dirigen y que podemos llegar a admirar, recordemos siempre la frase con la que comenzamos esta parte del texto, «son personas normales» te pueden fallar, pueden equivocarse, se ríen, lloran, tienen buenos y malos días, también se molestan en medio del tráfico congestionado de la ciudad y padecen de los mismos problemas, luchas y tentaciones que todos los demás mortales enfrentan.


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Todos debemos dar ejemplo y tener una buena conducta, esos son principios y dados por Dios para todos, no solo para unos cuantos, olvidar eso nos puede conducir a justificar nuestros errores bajo la idea de «es que tal persona hace esto» o «el hijo de tal persona hace aquello» nuestra vivencia cristiana es una tarea individual, donde cada uno sin títulos, sin estirpes y genealogías se presentará delante del Dios todo poderoso a rendir cuentas por sus acciones en esta tierra.

Son personas normales con una responsabilidad particular designada por Dios, pero que, si cada uno de nosotros empieza a ver, de la manera que Dios las ve podemos llegar a crecer en gran manera como personas e hijos de Dios, cuando todos pongamos nuestra mirada en el Señor y la alejemos de los hombres.

 

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