La falta de crecimiento es el gran problema de las iglesias en este siglo secularista. Muchas iglesias apenas tienen otro aumento que el de algunos hijos de creyentes que llegada la edad propia para ser admitidos, o bautizados, ingresan como miembros. Sin embargo, el objetivo de las iglesias no es mantener un auditorio de personas convencidas ya de las doctrinas cristianas, sino buscar y ganar nuevas almas para Cristo, promoviendo conversiones.
Hoy tenemos medios de difusión en los cuales no podíamos siquiera soñar hace pocos años, no obstante, muchas iglesias están temiendo por su porvenir, pues no crecen ni siquiera en la medida en que crece la población, y si no encuentran remedio a su escaso crecimiento están condenadas a desaparecer en menos de un siglo. Por tal razón se habla mucho de evangelismo, pero considerándolo generalmente como una labor esporádica de campañas especiales, en las cuales se procura atraer a las iglesias a público ajeno a las mismas, mediante propaganda, y la presencia de algún buen orador.
Todo ello está muy bien, y es digno de ser promovido, sin embargo, no debe olvidarse que el evangelismo es el secreto esencial de la vida de la Iglesia, no sólo en días especiales, sino de forma constante, y que el evangelismo en la Iglesia debe ir acompañado siempre del evangelismo personal. Cada cristiano tiene el deber de ganar otras almas individualmente, sin embargo son miles los que nunca han conquistado alguna para el Señor, y lo más triste es que nunca lo han procurado.
Un joven nos explicó que había trabajado durante años con un compañero a quien nunca habló del evangelio ni le dio a conocer su condición de cristiano. Años más tarde encontró a ese compañero de trabajo en una reunión conjunta de varias iglesias, y le saludó con alegría, manifestándole su satisfacción. «Sí –contestó el recién convertido–, pero yo podía haber sido cristiano desde hace mucho más tiempo si tú me hubieses hablado de estas cosas: Yo había podido ser un discípulo tuyo y un miembro de la iglesia a la cual tú perteneces.»
El joven cristiano se sintió gozoso pero abochornado por su falta de decisión para hablarle de Cristo, al suponer que su amigo no habría hecho caso de su testimonio, o se habría burlado de él. En el conocido himnario llamado Songs & Solos hay la conmovedora historia de un enfermo que después de haber sido amonestado por mucho tiempo a aceptar a Cristo, lo recibió por fin, un mes antes de su muerte.
Su gozo e interés por las cosas del Señor mostraron que se trataba de una conversión real, sin embargo pocas horas antes de fallecer apareció una nube de tristeza en su rostro. Cuando le reiteraron que Cristo es un Salvador fiel que cumple sus promesas y no debía temer la muerte, éste respondió: «Yes I know that he saves me now, but shall I go an empty handed?» (Sí, yo sé que Él me salva, pero ¿he de ir con las manos vacías?). Esto dio lugar a que un creyente poeta y músico escribiera el famoso himno, basado sobre esta frase que ha sido popular por muchos años en los países de habla inglesa.
¡Cuántos cristianos mueren con las manos vacías!
Te dejamos este maravilloso libro para que lo disfrutes y el don que hay en ti arda de nuevo por las almas perdidas. Si gustas compartenos tu experiencia de evangelismo
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