¡Dios piensa en nosotros!

¿Es posible?, exclaman algunos. ¿Qué somos nosotros para El? Un industrial dijo: ¿No seremos nosotros para el Creador como las hormigas son para nosotros? ¡Hay tantos millones de seres humanos! ¡Si Dios tuviera que pensar m todos! Pero la Biblia nos afirma que sí lo hace. Nosotros no pensamos en El como debiéramos, pero El piensa Porque es infinito y omnisciente. “… porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis” (Mateo 6:8).

Dios nos conoce personalmente. No sólo se acuerda, sino que tiene planes acerca de nosotros. Nosotros pensamos en nuestros amigos, pero tenemos planes para nuestros hijos. ¡Qué feliz seguridad! No somos huérfanos del destino. Al ver cómo van sucediéndose las generaciones sobre la tierra, los hombres se preguntan: ¿Estamos solos y huérfanos en el infinito universo? ¡A ver si tenemos hermanos en algún planeta próximo o lejano…!.

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Hace casi dos mil años, Alguien que probó ser más que un hombre, habló con gran seguridad de un Padre celestial y nos enseñó a orar: “Padrenuestro que estás en los Cielos…” (Mateo 6:9-13). Y este Padre tiene planes personales acerca de nosotros. Los reyes de la tierra tienen planes generales, pero no pueden tenerlos personales para cada uno de sus súbditos. Sin embargo, en la parábola del buen pastor hay una frase magnífica: “A sus ovejas llama por sus nombres”. “Conoce el Señor los que son suyos” (Juan 10:3,14 – 2Timoteo 2:19).

Los planes de Dios son benéficos. Había una duda en el corazón de los desterrados cuando fueron llevados a Babilonia. ¿Será el propósito de Dios dejarnos para siempre en el destierro? No nos libró, cuando rogábamos que Nabucodonosor no pudiera entrar en Jerusalén; que le ocurriera como a Rabsaces, y ocurrió todo al revés. ¿Es que está contra nosotros? ¿No nos perdonará?

Los planes de Dios pueden ser lentos. Así parece a nuestra impaciencia. Nosotros construimos máquinas que hacen las cosas cada vez más aprisa. Ponemos un molde, y plástico, y sale una flor a los tres segundos. Pero las flores de Dios tardan meses en desarrollarse; sin embargo, ¡cuánto más perfectas! Así es con las obras de su Providencia; se desarrollan lentamente a nuestro parecer.

Los planes de Dios no tienen parecido con las apariencias. Los moldes de nuestras máquinas tienen un parecido con el resultado que nos proponemos; pero de una semilla pequeñita y redonda de Dios, sale un roble. El molde es imperceptible; sin embargo, allí está fijado, en sus células invisibles a simple vista, el propósito divino en cuanto al ser, vegetal o animal. Las obras de Dios no se dejan adivinar por su apariencia.

Hace que todas las cosas ayuden a bien. Lázaro muere, con desespero de sus hermanas que esperaban la presencia de Cristo y el milagro. ¡Pero cuánto bien resultó de su muerte! El texto más consolador e iluminador para todos los mortales lo tenemos en este precioso relato. Juan 11:25). “¡Contra mí son todas estas cosas!”, exclamaba Jacob. “Espera unos meses, Jacob, y lo verás todo convertido en bien”, podía respondérsele. ¿De dónde sacaremos pan para que coman éstos….?, dicen los discípulos apurados. Pero Jesús sabía lo que tenía que hacer. Dios siempre sabe lo que tiene que hacer. Tal es la experiencia de nuestras vidas, mirando al pasado, y lo será más llenamente cuando las miremos desde la eternidad.

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Los pensamientos de Dios coinciden con nuestras mejores aspiraciones. ¿Cuáles son las aspiraciones finales del ser humano? ¿Cuáles son las nuestras?

 

  1. Conocimiento, El sabio muere consciente de que no sabe una ínfima parte de lo que podría y quisiera saber, o descubrirán otros mañana, pero esto no satisface al individuo. Quisiéramos conocerlo nosotros. Poder formar parte de esta humanidad del futuro que prevemos más adelantada que a nuestra. Con la promesa de inmortalidad va implícita la de conocimiento.

¡Qué privilegio! Ahora conozco en parte, decía san Pablo, pero entonces conoceré como soy conocido, esto no es una mera suposición del rabino-filósofo Saulo, sino que corresponde a una promesa de Cristo. “Les he dado a conocer Tu nombre y se lo daré a conocer todavía” (Juan 17:26). “Conoceremos y proseguiremos en conocer al Señor”, exclama el profeta (Oseas 6:3).

  1. Felicidad, vamos siempre detrás de este ideal. Siempre ilusionados de que lo alcanzaremos un poco más adelante. Como dice el poeta: “Y el hombre esperando vive, Y el hombre esperando muere; Nunca tiene lo que espera Y tiene lo que está odiando”. Pero el salmista declara: “Yo en justicia veré tu rostro; seré saciado cuando despertare a Tu semejanza” (Salmo 17-15).

3. El servicio de Dios, El que ama a Dios muy intensamente no se contenta con una actitud pasiva de adoración. Nos gozamos en alabarle y oír que otros le alaben; pero la aspiración suprema es de servicio. ¿Qué puedo hacer yo para Dios? ¿Qué puedo darle que le agrade? Amado peregrino, no queda de otra sino en saber que Dios tiene puesto sus ojos en los hijos de los hombres… ¿por qué no dejas de poner los ojos en las cosas terrenales y los levantas a Dios? Dios te bendiga.

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