La música en la iglesia – Rev. Luis M. Ortiz

Cuando David cantó el cántico de liberación por haberle Dios librado de la mano de Saúl y de todos sus enemigos, en su cántico profetizó que los gentiles, o sea, la Iglesia también can­taría (2 Samuel 22).

Desde el principio la Iglesia cantó, Jesús y los apóstoles cantaron (Mateo 26:30). Estando presos, “Pablo y Silas cantaban himnos a Dios” (Hechos 16:25), había tanta vida espiritual y tanto poder de Dios en aquellos cánticos de Pablo y Silas, que el carcelero y su familia fueron salvos y bautizados (Hechos 16:30-34).

La Iglesia cantó y debe cantar hoy “con el espíritu…” y “con el entendimiento” (1 Corintios 14:15), y entonces los himnos y cánticos serán espirituales (Efesios 5:19).

Nuestros himnos y cánticos en su música, en su letra y en su ritmo deben estar apoyados en la Palabra de Dios. Cuando la Palabra de Dios nos inspira y nos motiva, entonces “cantamos con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales” (Salmo 138:5; Colosenses 3:16).

Es necesario ‘Sanar la Alabanza’ Como nos aconseja el Rev. Alberto Ortega en este bello mensaje:

SATANÁS ADULTERA Y CORROMPE LA MÚSICA

En la Biblia los querubines son los seres angélicos más inmediatos al trono y a la presencia de Dios. Ezequiel vio los querubines en medio de la gloria de Dios, y oyó el sonido de las alabanzas y de la adoración a Dios por parte de los querubines (Ezequiel 1 y 10).


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También Juan el apóstol vio los querubines alrededor del trono de Dios y “no cesaban día y noche de decir: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso…” (Apocalipsis 4:8-11).

Lucifer era el que dirigía a todos los querubines en la adoración y en la alabanza a Dios, acompañada esa adoración con la música y los instrumentos musicales que Dios preparó. “Los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación.” (Ezequiel 28:12, 13).

Lucifer motivado por la evidente posición y por la elevada encomienda que se le asignó, se halló maldad en él, se enorgulleció y dijo: “Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; y sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Isaías 14:13, 14).

Se sublevó y encabezó una sedición pretendiendo ser semejante al Altísimo por lo cual Dios lo derribó, lo echó del monte de Dios, lo arrojó por tierra, y lo humilló hasta las cenizas (Ezequiel 28:14-19). “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste” (Isaías 14:12). “Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor… profanaste tu santuario… espanto serás…” (Ezequiel 28:17-19).

Aquel Lucifer esplendoroso de ayer, es el Satanás tenebroso de hoy; aquel que era el más elevado de los querubines ayer, es el vástago abominable de hoy (Isaías 14:19). Aquel que era querubín grande en el santo monte de Dios ayer, hoy descendió al Seol su soberbia y el sonido de sus arpas (Isaías 14:11).


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En los albores de la historia del pueblo de Israel, junto al monte Sinaí, Satanás incursionó con su música corrompida, idolátrica y diabólica. Estando Moisés en la cumbre del monte Sinaí recibiendo de manos de Dios las tablas de la ley, el pueblo se impacientó, y pidió a Aarón que le hiciera dioses que estuvieran con ellos. El débil Aarón les fabricó un becerro de oro, imitando al becerro dorado, que era un ídolo de Egipto, cuyo culto estaba acompañado con obscenidades degradantes (Éxodo 32:4-6). Cuando Moisés descendía del monte comprendió que el pueblo se había corrompido por la música que escuchaba (Éxodo 32:17, 18). Y en ese día murieron tres mil hombres (Éxodo 32:28).

Otro caso de música diabólica fue en ocasión cuando se fue a dedicar la estatua de oro que levantó Nabucodonosor, este convocó a todos los grandes del imperio, a todo el pueblo, y a todos los músicos para este festival musical diabólico. Se ordenó que al oír el son o el ritmo de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña, y de todo instrumento de música, que todos se postraran y adoraran la estatua. Nótese que el diablo usó su música y sus ritmos para provo­car a la multitud a la idolatría, todo el pueblo se dejó influenciar por la música satánica y se postró ante la estatua, menos los tres jóvenes hebreos (Daniel 3).

HOY SUCEDE IGUAL…

Hoy Satanás ha corrompido su música para sus propios fines; hoy, hay música de Dios para adorar a Dios, y hay música del diablo para adorar al diablo. No solamente la Biblia enseña que existe gran diferencia entre la música de Dios y la música del diablo, sino que aun las plantas, y los animales se dan cuenta de la diferencia, y reaccionan de modos distintos de una a otra música.


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Cuando a las vacas lecheras se les pone a escuchar música estridente, como rock y otros ritmos similares, se tornan irritadas y dan menos leche. Cuando escuchan música cristiana o música suave dan más cantidad de leche. Tres horas al día de música estridente marchi­tó una pequeña planta de calabaza.”

 

En Denver, Colorado, se hizo el siguiente experimento: unas plantas de petunia fueron expuestas a la música de la radio emisora la cual solo ofrece música estridente (rock y otros ritmos similares); otras plantas de petu­nia fueron expuestas a la música de la radio emisora que ofrece música religiosa, himnos evangélicos y música semiclásica. Las petunias expuestas a la música del diablo nunca florecieron y se inclinaron en dirección opues­ta a la que venía la música del radio receptor, y murieron. Las petunias expuestas a la músi­ca cristiana desarrollaron unas hermosas flo­res y se inclinaron hacia la radio”.

La música satánica invariablemente su letra es de sexo, de drogas, de rebelión, de idolatría, de religión falsa, de ocultismo, de demonios. Esta música enloquece y conduce a cometer actos de violencia y de inmoralidad. Una famosa cantante de salsa, que era bien conocida como la reina de la salsa, dijo a los periodistas: “La gente se enloquece y derriba puertas, hay reyertas y heridos, sobredosis de drogas, y cargas policiales”. En distintas ciudades, ante estos actos de música diabólica, las multitudes se han tornado como poseídos del diablo y ha habido centenares de muertos.

Una conocida agrupación canta una canción intitulada: “Bailando con el diablo”; otros cantan las letras y palabras de atrás para adelante y cuando se lee a la inversa dice: “Mi dulce Satanás”, otra canción dice: “Sata­nás es dios, él es rey, él es dios”. Uno de los miembros de la agrupación Bee Gees, en un conocido programa de televisión dijo: “Nuestra música es bendecida por Satanás”. En un concierto en la ciudad de Phoenix, Arizona, un cantante dijo: “Yo he oído de algunos tontos quienes creen que existe Jesucristo y que los va a llevar al cielo; yo no creo en Cristo, yo creo en el diablo; yo no quiero ir al cielo, yo quiero ir al infierno”. La agrupación Kiss, quiere decir “knight in Satan service”, o sea “reyes al servicio de Satanás”.


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Satanás ha introducido en muchas congre­gaciones y concilios la música mundana, popular, campesina, de tierra adentro, de salsa, danza, danzones, merengues, rancheras, sambas, jazz, rock, y toda esa clase de música y ritmos similares son usados para cantar a las pasiones, al erotismo, al pecado, al adulterio, a la fornicación, al sexualismo, a la infidelidad conyugal, al vicio, al alcoholismo, a las drogas, al paganismo, al ocultismo, al demonismo.

Dios es santo de toda santidad, puro de toda pureza, perfecto de toda perfección, y por lo mismo, usar tal música sensual y tales ritmos carnales e irreverentes para himnos religiosos y evangélicos es un insulto a Dios y una degradación humana. Los himnos que han perdurado por años, por lustros, por décadas, por generaciones, por siglos, son himnos que surgieron en medio de un tiempo de meditación, de comunión, de adoración a Dios. Ese es el caso de “Castillo Fuerte es nuestro Dios”, de Martín Lutero; “En el Monte Calvario”, de George Bennard.

Debemos cantar los himnos que realmente nos inspiren y nos eleven a Dios. Y estos propósitos tan elevados no pueden ser realizados con música cuyo propósito es levantar las pasiones carnales. El propósito de la música en la Iglesia es para adoración y alabanza a nuestro Dios.

Hermoso mensaje del Rev. Luis M. Ortiz.

 

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