Los seres humanos estamos rodeados constantemente de tentaciones y pruebas que debemos vencer o superar; recordemos que Dios no tienta, ni pone lazos de tropiezo a nadie, “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie” (Santiago 1:13); sino que cada cual se envuelve en circunstancias conforme a sus propios deseos.
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La naturaleza humana es muy compleja, sin embargo es posible refrenar o sujetar ciertas cosas que no son de provecho sino que una vez consentidas pueden aferrarse muy fuerte a nuestro ser lo que conlleva poco a poco a la muerte espiritual.
Las tentaciones o pruebas no siempre son de carácter moral, sino que también podemos tener desafíos con el propio “yo”, esto tratándose de posiciones de ego, orgullo, altivez y todo sus relacionados; el doblegar ciertas cosas muy propias no siempre es fácil, el dar la razón a otro, o aceptar que nos equivocamos puede ser todo un reto, así que es bienaventurado el que deja de lado estas cosas ya que Dios lo mira con agrado (Sal. 138:6) y puede avanzar grandes escalones en la vida espiritual teniendo en cuenta que en estos procesos de humillación podemos ser moldeados por Dios.
Por otra parte también podemos ser tentados a través de alguna circunstancia que nos produzca ira o soberbia, de lo cual tampoco se agrada Dios, ya que el descontrol en el carácter puede hacernos generar reacciones y decisiones equivocadas que envenenan nuestro ser y también a los que están en nuestro entorno de manera cercana (Pr. 15:1). Recordemos que el enemigo vino para hurtar, matar y destruir (Jn. 10:10), y la ira es una arma con gran influencia para estos fines negativos.
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En lo anterior vemos tan solo dos ejemplos de los muchos que existen, donde debemos tener solo un objetivo cuando se presenten: Vencer. Si nos dejamos seducir; prontamente estaremos en pozos de difícil salida, pero si persistimos en resistir todas las tentaciones, podremos ser siempre victoriosos. Dios demanda de nosotros valentía (Mt. 11:12) y dominio propio (2 Tm. 1:7).
Las victorias no se ganan renegando o rindiéndose ante el enemigo, siempre que el ser humano está al límite de sus fuerzas debe sentir una mayor esperanza de lo que se vislumbra en el camino. No hace falta ver toda la escalera para confiar que estamos cerca de la cima. Dios nunca llega tarde, El obra a tiempo, quizá pensemos que no podremos vencer, que ya todo se ve muy mal, o quizá digamos “ya para que continuar si parece que el asunto va para largo”, bueno, es momento de avanzar unos pasos más. ¡Buenas noticias! Todo esto indica, que estamos cerca.
Por: Andrea Quintero
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