Siendo Consolados y capacitados para Consolar

Siendo Consolados y capacitados para Consolar

En la preciosa Palabra de Dios, ¡hay tantas palabras de aliento, fortaleza, paz, confianza y consuelo, escritas ahí para cada uno de nosotros¡, me anima especialmente ese versículo maravilloso que dice: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. (2 Corintios 1:3-4) ¡Que bellas palabras!

Recuerdo que hace algún tiempo, tuve la oportunidad de conocer algunos nuevos amigos. Algunos de ellos tuvieron entornos familiares y sociales difíciles que marcaron sus vidas, que algunos con la ayuda de Dios han dejado atrás, mientras que a otros les ha costado más olvidar, perdonar o soltar esos recuerdos dolorosos.


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Todo eso me hizo echar una mirada atrás y reflexionar en algunas situaciones por las cuales tuve que pasar antes de conocer a mi Salvador. En el pasado nunca entendí el porqué de pasar por experiencias tristes y difíciles, pero creo que ahora puedo decir como José: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo.” (Génesis 50:20)

Ahora lo comprendo: El Dios de toda consolación me ha permitido pasar por estas circunstancias, para que al recibir consolación, yo también pudiera consolar a otros que han pasado por situaciones similares, y a quienes también les ha costado sobreponerse a ellas.

A través de mis propias experiencias antes de conocer a Jesucristo y en mi caminar diario con Él, su poder y amor me han moldeado, limpiado, corregido, perdonado y fortalecido. Y ha sido gracias a eso, que Dios me ha capacitado para darles una palabra de ánimo, ser un apoyo para esas personas,  comprender su situación un poco mejor, teniendo más compasión  y orando por ellos con mayor entendimiento y amor.

Y no solo eso, también hemos encontrado distintas perspectivas y lecciones en circunstancias similares, que nos han servido para ser edificadas mutuamente; haciendo que las heridas del pasado sanen, y se conviertan en cicatrices hermosas y visible ante otros, para testimonio de las cosas que Dios ha hecho en nuestras vidas, y de cómo nos ha transformado en nuevas criaturas, trayéndonos de las tinieblas y soledad a su luz consoladora y llena de profundo amor. Gracias a eso, ahora somos un maravilloso testimonio de su gran misericordia y amor.

¿Por qué digo que las cicatrices visibles son hermosas?
Pues, recuerda que cuando Jesús resucitó, Tomás dijo: No creeré nada de lo que me dicen hasta que vea las marcas de los clavos en sus manos y meta mi dedo en ellas, y ponga mi mano en la herida de su costado. Pasaron algunos días y Jesús se apareció ante sus discípulos, diciéndole a Tomás: Mira mis manos y mi costado, y mete tus dedos en las heridas. Y en vez de dudar, debes creer. (Juan 20:25-28 TLA)

Aunque Jesús reprendió a Tomás por su incredulidad, podemos rescatar el hecho de que al ver las cicatrices de Jesús, éste joven comprendió que Él, era su mismo maestro que sufrió y murió en la cruz y que por el poder de Dios había resucitado.


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El hecho de ver esas marcas, fue determinante para afirmar la fe de Tomás, quien aún dudaba de las palabras que Jesús había dicho acerca de su muerte y resurrección.

¿Te has puesto a pensar que los sufrimientos, dolor, tristeza, enfermedad o pérdidas del pasado que  Dios ya ha sanado, tienen un propósito?

En la mayoría de ocasiones, luego de recibir sanidad quedan algunas cicatrices físicas o emocionales, que a veces te avergüenza mostrar o siquiera recordar, pero esto no debe ser así, por dos razones:

Primero, porque tu gratitud a Dios requiere que hables de los motivos por los cuales estás agradecido. Y segundo, porque a diario se cruzan en nuestro camino personas de todo tipo, atravesando silenciosamente circunstancias parecidas que no saben cómo sortear, y es ahí donde tus cicatrices desempeñan un papel fundamental en la vida de esas personas.

Nadie comprende mejor a una viuda, que quien ya ha perdido a su esposo; nadie comprende mejor a un drogadicto que alguien que se ha rehabilitado, nadie comprende mejor a una joven que ha abortado, que alguien que ya pasó por esa misma experiencia…

Así mismo, es necesario que compartas con otros como superaste esas dificultades y que muestres a otros con gratitud las cicatrices de los cambios que Dios ha operado en ti, a través de esas circunstancias.

Verás cómo se convierten en fortaleza y ánimo para otros e incluso, pueden llevarlos a conocer al Salvador y Sanador divino, como sucedió con Tomás.

Es mi oración que puedas comprender el propósito de las situaciones que estás pasando hoy, y confíes en que Dios te fortalece, consuela y capacita, para que tú puedas ayudar a otros a través de tu testimonio y dando palabras de ánimo sinceras como las que Él te dio a ti cuando pasabas por las mismas experiencias. En el nombre de Jesús. Amén.

 

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