Cómo vivir la verdadera sujeción cristiana en un mundo cada vez más secularizado – Rev. Luis M. Ortíz

 

“Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria”. 1 Pedro 5:2-4

 

Amados, a los miembros de la congregación, la Palabra los exhorta a “obedeced a vuestros pastores, sujetaos a ellos” (He. 13:17). Como pastores, todos sabemos los problemas, los sufrimientos, las agonías que producen los miembros que no obedecen.

 

Y a los pastores la Palabra les exhorta que “reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra” (2 Ts. 5;12-13). La Palabra a todos nos exhorta a estar “sumisos (sujetos) unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (1 Pe. 5:5).

 

Amados, aun en el seno de la Deidad hay sujeción. El Espíritu Santo está sujeto a Cristo; Cristo está sujeto al Padre; el Padre está sujeto a Su Palabra.

 

Quiere decir que, cuando alguien siempre está en desacuerdo, hallando faltas en otros, comentando, murmurando, indisponiendo, sembrando cizaña contra compañeros pastores, o contra los que presiden en el Señor, tal persona está violando la Palabra; le falta sujeción, humildad, y a la vez es señal de soberbia, y está promoviendo su propia imagen para sus ambiciones carnales. Pero, por gracia de Dios, por fundamento escritural, y para bendición de la Obra, en esta no se logran posiciones siguiendo métodos humanos y carnales.

 

Cuando alguien dice que la inmensa mayoría de los casi 800 obreros en esta Obra no conocen su mano derecha ni su izquierda, y dice que la Obra está mal dirigida, la tal persona está manifestando que la única persona que sabe cuál es su mano derecha y su izquierda, y el único que puede y sabe dirigir la Obra es el “conocedor de manos”.

 

Cuando alguien expresa su desacuerdo y oposición a que los títulos de propiedad de los templos estén a nombre de la Misión, y hasta aconseja a un pastor para que compre un edificio para templo a nombre del consejero, se puede ver claramente la razón de su desacuerdo. Todos sabemos que como mejor protegido está un pastor honesto, una congregación leal y una Misión seria, responsable, de dignidad y de sacrificio, como lo es el MMM, es que las propiedades estén custodiadas por la Misión; y la Misión somos todos: miembros y obreros.

 

Cuando alguien a quien Dios ha levantado en esta Obra, lo bendice, lo prospera, levanta templo y tiene y mantiene el templo a su nombre o a otro nombre y no a nombre de la Misión, corre el riesgo de Judas que sustraía y se apoderaba del dinero del Señor, mientras que el Señor no tenía ni con qué pagar el impuesto. Luego vendió al Señor mismo, después perdió al Señor, después se ahorcó; y su triste ganancia fue el infierno, y le espera algo peor, el lago de fuego por la eternidad.

 

O como otro caso reciente. El de la misionera en Haití, que todo se levantó con dinero del Señor y todo lo mantuvo a nombre de ella. No hizo caso de las muchas veces que el Señor le habló, y la amonestó, ni de los muchos consejos que recibió. Enfermó, se agravó, perdió la vista, pero no obedecía, y vendió templo y casa pastoral. Sus últimos días fueron de desesperación, se desgarraba la ropa, rompía la ropa de cama, arrancaba las páginas de la Biblia y se las comía. ¡No es así que mueren los cristianos! ¿Qué ganó? ¿Dinero? ¡No lo disfrutó! ¿Qué más ganó?… ¡Qué horror!

 

Cuando a alguien no le cae bien un compañero o compañera y mantiene una fría distancia y una actitud hostil y a sus espaldas le pone motes y epítetos despectivos y hasta groseros, o le niega el saludo, dejándole con la mano extendida, es evidente que tal persona está llena de soberbia y de orgullo, y “ha caído del primer amor”; y el primer amor es el único amor. Para recobrarlo, hay que arrepentirse, confesar y reconciliarse.

 

Cuando alguien, haciendo alarde de sus presuntas cualidades, expresa a otros compañeros que él es el único que puede sustituir al que Dios ha puesto al frente de la Obra, la tal persona está manifestando el mismo espíritu de Coré, de Absalón, de Simón el mago y de Diótrefes.

 

En una convención nuestra en este año (1985) el Señor usó a alguien para decir que nadie debía estar pensando en sustituir a nadie. A algunos nos pareció algo raro, otros se asustaron, otros se disgustaron, pero el Señor sabía que tales ambiciones estaban. A nosotros no nos preocupan tales ambiciones. La Obra es de Dios, la comenzó Dios, la defiende Dios y la dirige Dios. La vida de todos nosotros está en las manos de Dos; y “no hagáis alarde de vuestro poder; no habléis con cerviz erguida. Porque ni de oriente ni de occidente, ni del desierto viene el enaltecimiento. Mas Dios es el juez; a éste humilla, y a aquél enaltece” (Sal. 75:5-7). “Dios revela lo profundo y lo escondido; conoce (y revela) lo que está en tinieblas, y con él mora la luz… Él muda los tiempos y las edades, quita reyes y pone reyes…” (Dn. 2:21-22). Así que tranquilos en las manos de Dios, pues Él quita a quien tenga que quitar y pone a quien tenga que poner.

 

Dios nunca ha trabajado ni con las mayorías ni con las minorías, sino con aquellos o aquel, aunque sea una sola persona, que se humille en Su presencia, se ponga totalmente en Sus divinas manos, entregue no de labios, ni con lágrimas pasajeras, sino en la difícil y dolorosa práctica, vida, hogar, familia, trabajo secular, casas, hermanos, hermanas, hijos, padre, madre, talentos, dinero, bienes, tierras, templos, capillas.

 

Fíjese qué absurdo. Ha habido personas que han ambicionado estar al frente de la Obra y dizque le han dado mensajes en profecía en ese sentido, pero nunca rindieron informes ni pagaron diezmos. Y si no paga diezmos, si no cumple, si no da, ¿a qué viene a buscar?… ¡Aquí hay que cumplir, hay que dar para que la Obra siga adelante! “¡Lo quiero todo!”, me estuvo diciendo el Señor desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde. ¡Así es que se demuestra el amor a la Obra! Como los corintios que de “su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad… que con agrado han dado conforme a sus fuerzas… Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros (a la Obra) por la voluntad de Dios” (2 Co. 8:2-5).

 

“Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible… prudente, decoroso… no pendenciero (contencioso), no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro… no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo…” (1 Tim. 3:1-7).

 

Es con vidas así que Dios trabaja y lleva adelante Su verdadera Obra; y muy especialmente en esta Obra del Movimiento Misionero Mundial, en la cual, por principios bíblicos, no tenemos ni queremos mecanismos humanos de simpatías personales, de promoción, de candidaturas, de política, de elecciones y de manipulaciones carnales y divisionistas.

 

Amados, un obrero piadoso no puede compartir las conversaciones de los murmuradores y pendencieros porque se envenena; ni siquiera puede guardar silencio mientras el veneno sale, porque el que calla se hace cómplice y empeora la situación del contencioso. A estos “contumaces, habladores de vanidades y engañadores… es preciso tapar la boca… mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas” (Tit. 1:10-15).

 

“Tápales la boca” con la Palabra de Dios, llámales al arrepentimiento, y ora mucho por los tales. Si continúa en esa actitud y situación, reporta esa situación a tu superior inmediato o al supervisor del contencioso. Esto no es chisme. Es chisme cuando son enredos que no se pueden probar. Esto es correcto y es bíblico. Los males empeoran por falta de comunicación. Nehemías recibía informes de sus ayudantes y cuando había peligro, ordenaba tocar la trompeta. Pablo y Bernabé encontraron unos contenciosos que enseñaban a los hermanos a circuncidarse conforme al rito de Moisés, y ambos tuvieron una discusión con ellos (no se quedaron callados), y luego informaron al resto de los apóstoles, a los ancianos y a la iglesia de Jerusalén. El asunto se ventiló y concluyó con un tremendo “tapa boca” para los contenciosos y sediciosos. “Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas… Así, pues, los que fueron enviados descendieron a Antioquía, y reuniendo a la congregación, entregaron la carta; habiendo leído la cual, se regocijaron por la consolación” (Hch. 15:28- 31). La iglesia fue librada de una división doctrinal y racial. El propio Pablo tenía colaboradores, pastores, y ancianos que le informaban de las coas gloriosas, pero también de contiendas y desórdenes. ¡Y gracias a Dios varias epístolas fueron escritas para corregir desórdenes y falsas enseñanzas!

 

Es con tristeza por él, pero con gratitud al Señor, quien tanto vela y defiende esta Obra, que tenemos que anunciar a todos los compañeros en todos los países, a toda la Obra en general (aunque ya muchos que habían palpado la situación lo esperaban), y es que Edwin Rodríguez, habiendo rehuido platicar con nosotros, y después de varias acciones altamente censurables contra compañeros y después de una carta irrespetuosa e insultante contra varios compañeros, contra la Obra y contra este servidor, entonces, posteriormente en otra carta, envió su renuncia como obrero del Movimiento Misionero Mundial.

 

¡No es la primera vez que él sale! Tres veces se le ha dado oportunidad en esta Obra. Y puesto que él ha salido con un virus venenoso contra esta Obra, es mejor no exponernos. Con todo esto, él mismo se ha cerrado nuestros púlpitos en toda la Obra en todos los países. Por todo lo cual, para bendición y bienestar de la Obra le hemos aceptado la renuncia a esta Obra, que él le da un calificativo denigrante, por lo mismo, automáticamente, todos nuestros púlpitos en todos los países están cerrados para él. Amados, y esta es una orden en el nombre del Señor, que todos vamos a cumplir. ¡Hay ganancias que son pérdidas, y pérdidas que son ganancias! Oremos por él.

 

Por Rev. Luis M. Ortiz

 

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